lunes, 28 de mayo de 2012

Love Love! Love?


La mecánica del amor: ¿cómo sabían en los años 20 si una pareja tendría éxito o fracasaría?

Hugo Gernsback, extravagante inventor de la década de los 20, ideó 4 pruebas para saber si una pareja fracasaría o viviría feliz hasta el final de sus días, desde aspirar los olores corporales del ser amado hasta un examen de simpatía.
La naturaleza del amor, se ha creído casi desde siempre, es por esencia indomable, una potencia que sin explicación ni aviso toma a una persona y la convierte en su títere, su siervo, un guiñapo que obedece a mandamientos irracionales que lo único que persiguen es la satisfacción de un deseo, de una pasión.
Y quizá por esto mismo, en la historia no han sido pocos los esfuerzos por intentar controlar al amor, lo mismo con métodos mágicos que por otros pretendidamente científicos y totalmente racionales.
Entre estos destaca una serie de pruebas ideadas por Hugo Gernsback (inventor y escritor estadounidense nacido en Luxemburgo) en la década de 1920 y publicada en la revista Science and Invention y según las cuales sería posible determinar si un matrimonio fallaría o tendría éxito. Según Gernsback, con 4 exámenes sería posible saber si una pareja terminaría amándose hasta el final de sus días o si, por el contario, no se soportarían ni durante una corta temporada.
El primero de estos era un examen de atracción física, el factor más importante en el amor, según Gernsback, mesurable por medio de unos electrodos que registraban el pulso de la persona y con la adición de un manómetro y un estilo, mostraban las variaciones en el ritmo respiratorio y la velocidad del pulso cardiaco cuando se besaba a la supuesta persona amada, señales físicas que, cuando positivas, se consideraban pruebas de atracción amorosa.
Seguía el examen de simpatía, en el cual se obligaba a uno de los cónyuges a mirar a su pareja en una situación crítica, por ejemplo, una hemorragia severa. Si el espectador se mostraba inquieto, con contracciones musculares y respiración agitada, entonces esto significaba que había simpatía suficiente por el ser amado.
En tercer lugar, una prueba odorífera, específicamente de los olores corporales. En este examen (uno de los menos placenteros según el propio Gernsback), un miembro de la pareja se colocaba en una cápsula que tenía una manguera saliente, la cual el otro miembro se llevaba a la nariz para ir aspirando los aromas expelidos por aquel o aquella a quien deseó unir su vida. Reprobaba aquel que, por medio de sus reacciones involuntarias (de nuevo el pulso cardiaco, la respiración, etc.) demostrara cierto desagrado por lo que olía.
Por último Gernsback propuso un examen de desorden nervioso. Sin que ninguno de los contrayentes se diera cuenta, el profesor disparaba una pistola al aire, al tiempo que grababa las reacciones de los amantes. Según su recomendación, si la sorpresa era muy evidente en ambos, entonces el matrimonio no debía efectuarse. 

Z O I Z


México 2012: ¿Por quién votar para favorecer la evolución cívica?

Las próximas elecciones de México representan una valiosa oportunidad para propulsar la evolución cívica; pero ¿la victoria de qué candidato favorecería este fenómeno?
marcha de estudiantes contra peña nieto mexico 2012
Este próximo 1° de julio México se encuentra una vez más ante una oportunidad para acelerar o seguir empantanando su evolución como país. Como cada seis años los mexicanos se jugarán en las urnas una porción significativa de su destino, la cual está ligada a los tres partidos principales: Partido Acción Nacional (PAN / derecha), Partido de la Revolución Democrática (PRD / ‘izquierda’) y Partido Revolucionario Institucional (PRI / centro). 
Con ‘proyectos de nación’ que a mi juicio son poco claros –o al menos nadie se ha tomado la molestia de explicármelos–, recursos retóricos que rayan entre lo vintage y lo caricaturesco y cantidades de dinero que con un poco de ingenio podrían generar iniciativas mucho más benéficas que molestas campañas electorales, los tres partidos y sus respectivos candidatos compiten por la confianza de un padrón electoral que incluye a cerca de setenta millones de personas.
Debo confesar que al observar el escenario con tanta objetividad como me es posible me cuesta trabajo creer que las soluciones que requiere un país, en este caso México pero pudiendo ser cualquier otro, reposan en las manos de las instituciones, el sistema electoral e incluso de esa épica abstracción que llamamos democracia.
Reflexiones en torno a la democracia
Más allá de aventurarme a desacreditar este celebrado modelo mediante el cual una sociedad elige ‘libremente’ a sus gobernantes, creo que valdría la pena reflexionar sobre la naturaleza de la democracia.
Por un lado no se me ocurre mejor vía para mediar entre gobernantes y gobernados, aunque como bien dicen “el diablo está en los detalles”. Pero también me parece lamentable que adjudiquemos a la democracia el adjetivo de libre –para describir los procesos que dentro de ella se gestan– como si las múltiples variables que rodean un proceso electoral no influyeran lo suficiente para suponer que la libertad para elegir se traduce también en la libertad para manipular la elección. Me refiero en particular a los poderes fácticos, aquellos cuyas agendas determinan qué propuestas o candidatos favorecer o aquellos que tienen la posibilidad de financiar ‘apoyos complementarios’ a una u otra propuesta. 
En el caso de México es particularmente evidente el nefasto papel histórico que han desempeñado los grandes medios de comunicación, encabezados por la mayor televisora del país, Televisa, sobre todo si reconocemos la enorme injerencia que tiene la prensa sobre una población vulnerable a la programación mediática. Y precisamente este fenómeno es el que nos hace dudar del alma democrática de la democracia: la libertad para decidir. Si soy sistemáticamente manipulado para elegir entre distintas opciones, en el momento de elegir, ¿se puede hablar de un acto libre? ¿Es la democracia una puesta en escena admirablemente orquestada para simular un ejercicio de libertad o matizar la manipulación? Cada quien tendrá su propia respuesta a estas interrogantes.
Decisión por descarte
Lejos de apelar a la filosofía de ‘votar por el menos peor’, considero importante recordar la que posiblemente califica como la principal herramienta práctica de la democracia: castigar el mal gobierno. La posibilidad de elegir ‘libremente’ a los gobernantes se traduce en el poder de cesar un mal proyecto de gobierno. Y si bien la imposibilidad de reelegir a un gobernante en México descarta pordefault el premiar a un ‘buen’ presidente, en este caso la herramienta se hace efectiva hablando de partidos –plataformas políticas que en teoría representan una tendencia o filosofía de gobierno más allá de un candidato.
Tomando en cuenta lo anterior, y si coincides conmigo en que México vive actualmente una situación deplorable –moralmente nos encontramos en bancarrota, carecemos de un proyecto de nación, los gobernantes destacan por su falta de oficio, sus malas decisiones e incluso su pobre ética, y la igualdad de oportunidades y condiciones sigue presentándose como un destino exclusivamente imaginario– entonces nos estamos librando de una de las tres opciones, Acción Nacional.
Luego de casi doce años al frente del gobierno federal, el PAN ha probado estar muy lejos de lo que un país como México requería para gestar un salto evolutivo, incluyente y efectivo, que permitiese capitalizar la envidiable riqueza social, cultural, histórica y humana que posee. Así que si queremos rendir mínimamente honor a la vanagloriada democracia, parece indudable que la continuidad de este partido debiese truncarse por elección popular.
Este mismo argumento podría aplicarse, aunque de manera indirecta, al PRI, institución que durante siete décadas monopolizó el poder en México y que en retrospectiva se presenta como un emblema de corrupción y demagogia –aunque, en contraste con el PAN, al menos acuñó oficio para mantener ‘control’ sobre las circunstancias y relativamente mediar entre los núcleos de poder (la IP, iglesia, narco, etc).
Un camino bifurcado: Enrique Peña Nieto (PRI)
Una vez reducido el margen de opciones de tres a dos llega el momento de hacer una difícil apuesta: ¿Elegiremos al partido que mantuvo un cierto orden en el país, a pesar de que esa ‘cualidad’ se acompañó por una constante decadencia y fue sometida por lamentables facetas del ser humano –léase avaricia, falta de honestidad, megalomanía, manipulación, etc? ¿O estamos dispuestos a realizar un experimento y darle el poder al único de los tres partidos que no ha tenido oportunidad de tomar las riendas –aun conociendo los múltiples defectos que manifiesta esta organización?
Para intentar responder a estas cruciales interrogantes vale la pena partir del hecho de que sería difícil dar vida a un país con menos rumbo que el que actualmente evidencia México. Es cierto que siempre se puede estar un poco peor, pero también parece que este país ya no tiene un gran margen de empeoramiento.
Y tras establecer ese referente procedamos a evaluar las dos opciones. En lo que se refiere al PRI, podríamos señalar como las mayores ‘virtudes’ de este partido el hecho de que a lo largo de sus setenta años de control caciquil, sus integrantes fueron capaces de formular mecanismos que permitían mantener el país ‘a flote’, diseñando una arena sobre la cual los grandes poderes co-existían armónicamente mientras ejercían un puntual vampirismo a los recursos nacionales –si fuesen honestos, su eslogan de campaña sería algo así como “Orden y Corrupción”. Y si bien para muchas personas ajenas al contexto histórico y actual de México esta plataforma podría resultar un tanto terrorífica, también es cierto que en contraste con la actualidad mexicana, ese estatus de corrupción ordenada se presenta como un escenario casi deseable.   
marcha en mexico contra candidato del PRI y Televisa
Sin embargo, a pesar de las agrias mieles que nos ofrece esta opción, existen dos elementos que me resultan particularmente relevantes para descartar este camino. Por un lado me produce escalofríos la simple idea de imaginar a la vieja mafia priísta montada nuevamente en el corcel del poder. ¿Se acuerdan de ilustres personajes como Carlos Salinas, la familia Hank, los narco-gobernadores (Villanueva, Yarrington, Herrera, et al), Gamboa Patrón, Manlio F. Beltrones, o del vulgar cinismo de los líderes sindicales que se alimentan de este partido? En caso de que los recuerden estoy seguro que comparten o al menos entienden este sentimiento.
El otro elemento tiene que ver con los ‘poderes fácticos’, en este caso refiriéndome especialmente a los medios y en particular a Televisa. No hay que ser un ducho analista político para comprobar que Enrique Peña Nieto, candidato del PRI, lleva al menos seis años literalmente blindado por este consorcio mediático –despliegue al cual eventualmente se unió el otro protagonista del duopolio televisivo, TV Azteca, y otros medios sumisos, entre ellos el diario Milenio. Televisa no solo ha promovido ávidamente su imagen sino que construyó un escenario completamente ficticio en torno a este heredero de la vieja guardia priísta, dando así vida a fenómeno denominado ‘democracia de telenovela’: Peña Nieto se casó con una popular actriz mexicana en una boda de cuento de hadas folclorizado, en plena sintonía con el ánimo que reina en las telenovelas. La imagen del candidato se fue perfilando minuciosamente hasta empatar con la ‘galanura’ de los héroes que aparecen en estos programas televisivos y en síntesis se le presenta, según el predecible arco narrativo de las telenovelas, como el príncipe que salvará a la princesa (solo que en este caso la princesa es un país sumido en la violencia y la falta de rumbo, y el príncipe es un tipo programado por los personajes más oscuros de la política mexicana).
Pero más allá de condenar está ‘telenovelización’ de la vida política en México, fenómeno ciertamente patético, lo que más me preocupa es que en caso de llegar a la silla, Peña Nieto estará absolutamente comprometido con estos medios y con sus voraces ejecutivos, lo cual sugiere ser gobernados mediante un proyecto pre-empeñado a los intereses de las televisoras y sus lacayos (parte de la prensa escrita, radio, etc). ¿En verdad te gustaría que decisiones cruciales para nuestro país se tomaran luego de consultar la aprobación de Azcárraga Jean y compañía? 
El otro sendero: Andrés Manuel López Obrador (PRD)   
Ya definida la dualidad de uno de los senderos que se ofrecen a determinar parte del destino mexicano, pasemos a la otra opción, Andrés Manuel López Obrador, candidato del PRD. El alguna vez carismático líder que gobernó acertadamente la capital mexicana y a quien muchos aseguran que la elección pasada (2006) le fue ‘usurpada’ por grandes intereses, ahora se presenta con un carácter más curtido, menos romántico y tal vez más maduro.
López Obrador protagonizó uno de los episodios de mayor civismo en la historia mexicana –y aquí enfatizo en que ni yo ni nadie puede presentar hechos históricos absolutos, sino meramente la percepción personal e inevitablemente subjetiva de los mismos. De la mano de este político millones de mexicanos procedentes los sectores menos favorecidos experimentaron por primera vez una sensación de dignidad que les es sistemáticamente negada y que está ligada al ser escuchados. Y si bien el movimiento de protesta que encabezó tras conocer su derrota por un margen menor al 1% le valió innumerables enemigos, a mis entonces 24 años yo jamás había visto a tantos mexicanos exigir su derecho fundamental a ser tomados en cuenta.
En cuanto a los aspectos negativos de este camino destaca el partido que lo postula, el PRD. Surgido hace un cuarto de siglo como un movimiento pro-democrático que por primera vez en la historia ponía en jaque el control feudal del PRI, este partido se distinguió por cobijar a innumerables disidentes del régimen tradicional, entre quienes se incluía a algunos de los más lúcidos y honestos personajes políticos. Lamentablemente con el tiempo este grupo fue sucumbiendo ante los viejos enemigos del poder, aunado a una falta notable de organización interna, lo cual fue agudizándose al punto de transformar a un genuino partido de izquierda en una caótica tribu de intereses (entre los cuales difícilmente se incluye el bienestar nacional como una prioridad). Pero aquí también resulta pertinente tomar en cuenta que, en una movida estratégica que se agradece, AMLO se adelantó a ventilar desde hace meses a los integrantes de su virtual gabinete, la mayoría de ellos personajes respetados y que están muy por encima del promedio de los actuales funcionarios. Y creo que entre líneas esta iniciativa aclara que, de llegar al gobierno, Obrador sabría desmarcarse sanamente de la región menos transparente de su propio partido.    
El otro aspecto condenable de esta opción surge de una serie de dualidades alrededor del candidato. Por ejemplo, el concepto de ‘república amorosa’, en algún momento la principal línea de comunicación en su campaña. Inicialmente me emocionó escuchar a un político mexicano, por primera vez en la vida, mencionar la palabra amor, un ingrediente que de acuerdo al contexto mundial creo que debe ser tomado en cuenta dentro de cualquier actividad. Pero por otro lado me cuesta trabajo desasociar un discurso político que se maneja en esos términos de una carácter un tanto mesiánico. El segundo ejemplo tiene que ver con las promesas de campaña y una retórica populista que engloba medidas que difícilmente probarían como efectivas a mediano plazo. Pero a la vez me habla de una reacción casi obligada, aunque no necesariamente redituable, ante la indignante distribución de riqueza y oportunidad que se practica en México.
Procediendo a las ‘bondades’ de este camino, creo que el mayor beneficio de votar por López Obrador tiene que ver, paradójicamente, más con el propiciar una evolución de la conciencia civil y encauzar un honesto afán de experimentación, que con el propio candidato –sin negar que su figura es por mucho la que mejor resonaría con esta frecuencia.
Imagen: Francisco Miranda
Un experimento congruente
Si existiera un manual de experimentación electoral en busca del bien común, supongo que este propondría a López Obrador como la opción indicada. A pesar de ser un país con un potencial tan grande como desperdiciado, y que lo segundo se debe en buena medida a la desigualdad, México jamás ha dado oportunidad a un gobierno que explícitamente favorezca a la población con menos recursos (aún siendo esta la gran mayoría) y que atente contra la comodidad con las que los grandes empresarios y las clases altas se benefician de la riqueza.
Claro que, como toda apuesta en la vida, hay un riesgo implícito. Pero considerando las circunstancias, ¿es este riesgo un factor suficiente para dejar de experimentar? Yo no lo creo. Ahora imaginemos, si este experimento derivara en un buen desempeño por parte de AMLO y compañía, lo cual por diversas razones me parece bastante probable, entonces el país habrá dado un paso importante en su hasta ahora penosa ruta de madurez civico-política. Pero incluso si el experimento resultase ‘mal’, es decir, que López Obrador y el PRD comprobaran que no son lo que el país necesita, esto nos llevaría a una especie de catarsis social particularmente prometedora.
Una sociedad que se ve al espejo
Continuando con el ejercicio imaginario, y asumiendo que AMLO no fue capaz de proveer las soluciones a los múltiples conflictos que enfrentamos, entonces por lógica silogística los mexicanos tendríamos que descartar que la respuesta a nuestra situación reposa en las manos de los políticos. Y sin poder responsabilizar a esta entidad solo nos quedaría una superficie a la cual mirar: un espejo.
La sociedad mexicana ineludiblemente deberá hacerse responsable de su propio destino, un ejercicio de conciencia que hasta ahora siempre ha rehuido (aunque ejercicios como las marchas estudiantiles o el movimiento #YoSoy132 confirman que aún estamos a tiempo de jugar el rol que nos corresponde). Y el hecho de que, probadamente, ninguno de las opciones políticas le hubiese ofrecido una alternativa de tangible evolución, nos obligaría a asumirnos como arquitectos del futuro mexicano, una coyuntura de conciencia colectiva que podría detonar el nacimiento de una nueva era –efecto que, aclaro, la victoria de AMLO no necesariamente detendría.
La respuesta está proyectada exclusivamente en el espejo, pero para acceder a ese masivo coito de auto-conciencia parece indispensable darle la oportunidad a la única ruta que no ha sido probada, es decir, votar este próximo primero de julio por Andrés Manuel López Obrador.
La mesa del destino mexicano está, una vez más, servida. Y solo tu decidirás si esta oportunidad terminará desdoblándose en un banquete o si nuevamente servirá para alimentar a un grupo de gárgolas que a cambio nos seguirán convidando sombrías sonrisas. ¿Despertará México?

lunes, 19 de marzo de 2012

Summertime..


Impresionante tsunami de nubes toma por sorpresa la costa de Florida (FOTOS)

La temible destrucción del tsunami quedó sublimada en una vaporosa oleada de nubes que tomaron por asalto la costa de Florida; volutas que oscilaron entre el velo de una aparición sobrenatural y la niebla
Acostumbrados como estamos, sobre todo en años recientes, a asociar el término tsunami con destrucción y caos, sería sorprendente que al saber de uno de estos resultara que a su paso solo haya quedado un paisaje apacible y tranquilo en el que todos se mostraran sonrientes y maravillados por el espectáculo que pudieron atestiguar.
Este fue el caso de los residentes de Panama City, una ciudad en el norte de Florida en donde los habitantes presenciaron un inusual fenómeno atmosférico que podría llamarse “tsunami de nubes”: una oleada tras otra de vaporosas volutas que atravesaban los grandes hoteles de la zona, sus calles y sus populosos suburbios pero sin causar el más mínimo estrago sino, por el contrario, inundando de satisfacción y sorpresa a quienes, atónitos, no podían comprender qué pasaba.
Con una niebla fantasmagórica y un velo volátil, estas emanaciones llenaron el paisaje floridano de una inesperada ocasión de regocijo ante las azarosas manifestaciones del humor del planeta. Las imágenes de los sucedido fueron captadas por un piloto de helicópteros que se sumergió en esta brisa sublime.

sábado, 10 de marzo de 2012

Lysergic Summer Dream..


Mujer daltónica toma 5 dosis de LSD y pinta estos cuadros

Una mujer incapaz de percibir colores pintó estos cuadros policromáticos bajos los efectos del LSD
Una mujer daltónica publicó estas imágenes en un foro, las cuales se han viralizado en Tumblr. Según la pintora, tomó por primera vez LSD en una dosis bastante elevada: 5 tabletas. Luego una amiga la dio una serie de acrílicos. “Pinte con mis dedos viajando fuera de mí mente”. La mujer dice que nunca había pintado con colores. 
Más allá de que a alguien le pueda parecer bueno o malo el manejo del color, lo interesante es la utilización de un psicodélico para intentar abrir la puerta de los colores y plasmar un momento de estimulación. 

domingo, 4 de marzo de 2012

Sincronicidad



Sincronicidad: el significado de las coincidencias en un universo espejo

Investigamos a fondo la sincronicidad, uno de los grandes enigmas del universo: ¿cuál es el significado de las coincidencias? ¿pueden haber eventos sin causas? ¿borran las sincronicidades la frontera entre el mundo de los sueños y el mundo despierto? ¿Seguir las sincronicidades, los signos sutiles en el camino, nos puede llevar al Tao?
Uno de los aspectos más enigmáticos y cautivadores del universo en el que vivimos es la sincronicidad. A todos nos ha pasado en alguna ocasión una coincidencia tan improbable que nos resulta ominosa, mágica, epifánica o perturbadora. Conexiones entre sucesos, personas e información que trascienden la realidad convencional: como si las cosas tuvieran hilos invisibles que sólo por momentos  —en estados de conciencia elevados o por una misteriosa alineación— podemos vislumbrar.
Aunque el concepto de sincronicidad existe al menos desde el tiempo de los Vedas, fue el psicólogo suizo Carl Jung quien acuñó el término e inició el estudio de este fenómeno de manera rigurosa, si no científica: la dificultad de abordar la sincronicidad desde una metodología solamente científica yace en que los eventos que se concatenan lo hacen sin tener una causa, al menos no una causa que podamos encontrar dentro de los límites de la física clásica y de un universo mécanico. Consciente de la vastedad y elusividad del principio de la sincronicidad, Jung ensayó diversas definiciones a manera de un acercamiento teórico. Empezando desde lo más general y sintético podemos decir con Jung que la sincronicidad es “la ocurrencia temporal coincidente de eventos acausales”, que es un “principio de conexión acausal”, una “coincidencia significativa” o que es un “paralelismo acausal”.
Pero la sincronicidad para Jung va mucho más allá de estas someras descripciones. Toca y se entronca con los campos más profundos de la mente humana, siendo en muchos casos una manifestación externa del inconsciente colectivo, a veces materializada a través de símbolos. Jung creía que las “coincidencias” no solo estaban gobernadas por el azar —siendo que su probabilidad de suceder era tan poca que podrían considerarse estadísticamente significativas— sino por una dinámica más profunda. Coincide en esto con el texto gnóstico del Kybalion, que dice: “Azar no es más que el nombre que se da a una ley desconocida; hay muchos planos de causación”. Y para ampliar la madeja de posibles conexiones, recordemos que Don Juan le dice a Carlos Castaneda, como si fuera un experto jugador de póquer de realidades alternas, que la suerte es una forma de poder.
Al igual que su concepto de los arquetipos, Jung, lo mismo que el físico Wolfgang Pauli, pensaba que la sincronicidad era una expresión de lo que llamaba unus mundus, una realidad unificada subyacente de la cual todo lo que vemos emerge y a la cual todo regresa. Este unus mundus es similar a la teoría de la mecánica cuántica de David Bohm expuesta en La Totalidad y el Orden Implicado, en la que se postula la existencia de una especie de mar universal de energía infinita del cual se desdobla —o se ex-plica— el mundo material fenoménico que percibimos, el cual apenas es una ondulación en la superficie de lo inconmensurable. Para Jung la improbable pero significativa coincidencia de una sincronicidad era posible por el hecho de que tanto el observador como el evento observado a fin de cuentas brotan de una misma fuente, del unus mundus. Es decir, la conexión acausal, a distancia, sin la aparente acción de una fuerza física (conocida) sería posible porque en profundidad todos los eventos y todos los sujetos que perciben un evento no son más que la misma cosa. El uno es el otro: es el mismo. “We are like islands in the sea, separate on the surface but connected in the deep”, dijo à propos William James. Es como si todo lo que ocurriera en el universo en realidad ocurriera dentro de una sola mente, que por momentos y siempre en la superficie, padece una esquizofrenia omnipotente. Pero más allá de sugerir esta idea un tanto trillada de la unidad subyacente, del todo en cada parte, del holograma que se proyecta en el mundo, en fractales, invetiguemos la sincronicidad y deshebremos el misterio de la coincidencias.

Cables de un Universo Paralelo /¿Qué hay detrás de una coincidencia? 
Después de esta breve introducción al fascinante mundo de la sincronicidad, entremos en materia. Aquí lo interesante son las sincronicidades, las experiencias, lo que se vive y mistifica.  Estoy seguro de que todas las personas que están leyendo este texto sobre la sincronicidad —el cual pretende ser un espejo— han sentido el asombro medular de descubrir que una coincidencia en sus vidas tiene un significado oculto. Es decir, que más allá de lo inefable y extraño que puede ser que yo me haya encontrado en la calle a una persona que no había visto hace años justo después de haber soñado con ella la noche anterior, o de que por alguna razón decido abrir un libro y en esa página “azarosa” me encuentro con la palabra extacta que  antes ya flotaba en mi mente, o tal vez estoy considerando viajar y salgo a la calle y veo las placas de un coche que dicen LSD, estas co-ocurrencias nos están diciendo algo, el universo o nosotros mismos estamos queriendo comunicar algo, algo que va más allá de la trivialidad cotidiana en la cual generalmente nos movemos. Veamos algunos ejemplos.
En su ensayo Synchronicity (1952) Jung relata un evento sincrónico  que ha pasado a ser un referente:
Una joven paciente soñó, en un momento decisivo de su tratamiento, que le regalaban un escarabajo de oro. Mientras ella me contaba el sueño yo estaba sentado de espaldas a la ventana cerrada. De repente, oí detrás de mí un ruido como si algo golpeara suavemente la ventana. Me di media vuelta y vi fuera un insecto volador que chocaba contra la ventana. Abrí la ventana y capture a la criatura mientras volaba hacia el interior de la habitación . Era la analogía más próxima a un escarabajo de oro que pueda darse en nuestras latitudes, a saber, un escarabeido (crisomélido), la Cetonia aurata, la «cetonia común», que al parecer, en contra de sus costumbres habituales, se vio en la necesidad de entrar en una habitación oscura precisamente en ese momento. Tengo que decir que no me había ocurrido nada semejante ni antes ni después de aquello, y que el sueño de aquella paciente sigue siendo un caso único en mi experiencia.
Jung interpretó que la aparición material de un escarabajo onírico tenía un contenido simbólico altamente significativo para el presente de su paciente. El escarabajo es un símbolo egipcio del renacimiento —algo que la psique dentro de un proceso de sanación o de alquimia necesita experimentar: morir para renacer en su sí mismo; los símbolos son el lenguaje de los sueños. Esta afirmación en la realidad “objetiva” de la imaginación subjetiva nos sugiere que la sincronicidad podría actuar como un vaso comunicante entre el mundo de la vigilia y el mundo de los sueños, erradicando, al menos parcialmente, la brecha supuestamente insalvable entre estos mundos. Según Braud y Anderson, la sincronicidad es  ”una coincidencia significativa entre un estado interno, usualmente de necesidad, y un evento externo inexplicable que corresponde a/o responde la necesidad”.
Siguiendo este tren de ideas podemos hablar de algo como un “dreamwake continuum“, similar a Alcheringa, el “Tiempo del Sueño” de los aborígenes australianos, en el que se disuelven las fronteras entre lo que soñamos y vivimos, es más, lo que hacemos soñando se filtra a la realidad y se convierte en lo que vivimos —posiblemente las ideas platónicas y los arquetipos que gobiernan el mundo en la psicología jungiana se proyecten a nuestra realidad desde estos espacios astrales de ensueño. El mismo Jung percibió esta analogía creativa en la sincronicidad: “La sincronicidad en sentido estricto solo es un caso especial de un orden general acausal que da lugar a actos de creación en el tiempo“. De manera más poética, Octavio Paz había dicho: “Hay que dormir con los ojos abiertos /hay que soñar con las manos/soñemos sueños activos de río/buscando su cauce/sueños de sol soñando sus mundos”.  Una disciplina etérea probablemente rendirá frutos: las imágenes que generamos en el fuero interno —con el fuego interno— se podrán volver vibrantes edificios para experimentar los deseos narrativos más profundos de nuestro espíritu. 
Regresando a las experiencias puntuales de sincronicidad —y es inevitable tomar excursiones momentáneas para conectar diversos aspectos, cauces no lineales que confluyen simultáneamente tejiendo un mandala más complejo— recordemos que Jung escribió que el caso del escarabajo dorado fue el más sobresaliente ejemplo de sincronicidad que vivió. Tal vez esto sea cierto pero quizás haya una sincronicidad entrelazada a Jung aún más sorprendente. En el marco del 40° aniversario de la muerte de Carl Gustav Jung, la Dra. Irene Gad contó la siguiente anécdota sincromística:
La tarde en que Jung murió, una gran tormenta eléctrica estalló sobre su casa en Künsnach, como si la naturaleza misma se hubiera movilizado a reconocer el evento. Y casi justo en el momento en el que murió, un relámpago atronó su árbol favorito en el jardín. Algunos años después Laurens van der Post estaba haciendo una película sobre la vida de Jung. La última secuencia iba a a ser filmada en la casa de Jung. 
Laurens van der Post continúa:
Cuando llegó el momento de hablar directamente a la cámara de la muerte de Jung y  empecé a describir cómo un rayo demolió su árbol favorito, otro rayo cayó en el jardín. El relámpago sonó tan fuerte que me produjo un sobresalto. Y hasta la fecha, el sobresalto, el relámpago y el impedimento de habla que me provocó pueden ser vistos en la película, así como el rayo aparece en la pantalla sobre el lago atormentado y los árboles agitados por el vendaval.
El relámpago, se sabe, es el símbolo de la divinidad suprema en diferentes culturas y  evoca una especie de muerte luminosa. El árbol evidentemente es el símbolo más común de la vida. Jung se habría servido un festín simbólico para analizar esta, su última sincronicidad. De cualquier forma parece una tributo merecido del universo —un broche de oro Ouroboros— que el padre de la sincronicidad haya dejado el mundo con una sincronicidad tan especial. Un sí celestial,  una caravana cósmica o un dios que le cierra el ojo. Y a la vez el rayo en el cielo como un eterno signo de interrogación, de un enigma que pese a tener un momento de desnuda claridad, sigue ahí.
SINCRONUMEROLOGÍA
Los númenes de la sincronicidad, esos geniecillos de las manecillas de la realidad, también habitan en los números. Uno de los casos más comunes en la actualidad es el fenómeno del 11:11. Cientos de miles de personas, acaso por la sugestión mental del New Age o por un código planetario en aras de activarse,  reportan tener momentos epifánicos constantemente detectando esta hora. “Sí, la sincronicidad. Estás codificando tu propia vibración y permitiendo que tu conciencia te recuerde que estás en esa vía,  cuando estás en esa frecuencia. Algunos individuos usan diferentes números en diferentes momentos”, dice Bashar. Lo interesante de esto es que el llamado reloj biológico interno parece derramarse, como el tiempo líquido de Dalí, hacia el mundo externo, el cual, entonces, se convierte en nuestro espejo —un espejo como el de Alicia.
La sincronicidad numérica más popular en las dimensiones que frecuentamos en Pijama Surf es la del número 23, la cual ha sido popularizada por Robert Anton Wilson, uno de nuestros escritores favoritos:
Escuché por primera vez sobre el enigma del 23 de William S. Burroughs, autor de  Naked LunchNova Express, etc. Según Burroughs, él había conocido a un tal Capitán Clark, cerca de 1960 en Marruecos, quien había presumido haber navegado 23 años sin accidentarse. Ese mismo día, el barco de Clark tuvo un accidente que mató a todos abordo.  Cuando Burroughs estaba pensando en este crudo ejemplo de la ironía de los dioses, esa tarde, un boletín en la radio anunció el choque de un avión en Florida. El piloto era otro capitán Clark y el vuelo era el 23.
El caso del número 23 en la mente de uno de los escritores más psicodélicos pero también uno de los menos crédulos nos conduce a un extraño túnel de realidad:
El 23 de julio de 1973 tuve la impresión de ser contactado por algún tipo de inteligencia avanzada del sistema estelar binario de Sirio. He tenido extrañas experiencias psíquicas como esa durante algunos años y siempre las registro cuidadosamente, pero me niego a tomarlas literalmente, hasta que o solo si obtengo evidencia de naturaleza objetiva que las sustenta.
Anton Wilson descubrió que el 23 está estrechamente asociado a Sirio. Los sacerdotes egipcios empezaban sus rituales dedicados a esta estrella (a su vez asociada a una divinidad) el 23 julio, fecha en la que empiezan los días de la canícula. Sirio está en la constelación del Canis Mayor. Anton Wilson encontró múltiples coincidencias relacionadas con Sirio, el número 23 y ciertos fenómenos que ocurrieron en su vida (algunas de las cuales pueden consultarse aquí). Quizás lo más sobresaliente fue el encuentro del libro The Sirius Mystery, en el que Robert KG Temple propone, investigando a la tribu africana de los Dogon y su aparente conocimiento del sistema estelar binario de Sirio sin contar con herramientas tecnológicas que lo hiceran posible, que un contacto entre una civilización proveniente de Sirio y la Tierra ocurrió cerca del años 4500 AC. Algunos años después Anton Wilson, autor del libro Illuminatus! Trilogy, desestimó su creencia temporal de haber recibido comunicación astral y la atribuyó a diversos factores más terrenales. Como parte de su espíritu agnóstico, sin embargo, tampoco la descartó del todo.
Añadiendo un poco a este telar de conexiones, se me ocurre que el número 23 en nuestra época está sobre todo relacionado con Michael Jordan, quien lo usó inmortalmente en el dorso de su jersey. Curiosamente Jordan y sus Chicago Bulls durante años salieron a la cancha en la oscuridad con la canción “Sirius” de Alan Parsons Project. Este track en el disco original está mezclado con el track “Eye in the Sky”, el cual remite al Ojo que Todo lo Ve, al Ojo de Horus, que actualmente se asocia con la mítica y un tanto cómica sociedad secreta de los Iluminati, la cual tuvo en Robert Anton Wilson a su máximo crítico.
UN EJEMPLO PERSONAL DE SINCRONICIDAD
Por mi parte quisiera compartir una sincronicidad reciente y abrir su escurridizo significado a la inteligencia colectiva.  Una de las motivaciones para escribir este artículo sobre la sincronicidad fue que la semana pasada me encontré con este texto de Erik Davis. El autor de Techgnosis cuenta cómo al final de un Rainbow Gathering en los 90, antes de ir a buscar su auto y regresar a “Babylon” aún colocado (por no sabemos qué sustancias) se detuvo ante un pequeño círculo donde un hombre de barbas con un vestido sacerdotal entonaba un himno a Ahura Mazda, Dios de la Luz precursor de Zoroastro. “Ahura”, según explica Davis, significa “Señor”,  y “Mazda”, según su raíz proto-indoeuropea, “sabio”; el hombre que cantaba comentó que los nombres de muchos dioses resuenan con el chakra del corazón: Anahata. El himno hizo a Davis sentir “la confianza luminiscente del amor abstracto”. Después de un rato siguió hacia afuera del lugar donde se había celebrado la fiesta Rainbow. En el estacionamiento las cosas parecían dejar su estado encantado para regresar a la realidad mundana. Ante de llegar a su vehículo, un poco perdido en estas divagaciones, un auto en reversa casi lo atropella. Alarmado por este estímulo repentino Davis inmediatamente reconoció encima de la placa la marca del auto: Mazda.

Leer esta anécdota sincromística me pareció interesante, pero seguramente no la estaría relatando aquí sino hubiera visto, poco después de terminar de leer el artículo, el like de una chica llamada Aura Mazda a un artículo de Pijamasurf que publiqué en Facebook  (una chica que, por cierto, parece ser un avatar).
Ya con la consigna en mi mente de escribir sobre la sincronicidad, el siguiente día me aprestaba a visitar a un viejo amigo que hace regresiones utilizando un sincretismo entre el psicoanálisis jungiano y las tradiciones ocultas mesoamericanas. No recordaba cómo llegar a su casa y la zona en la que estaba me era poco familiar, por lo cual en el camino llamé  a otro amigo que conocía bien la dirección.  Sentí un escalofrío cuando me dijo, “la salida es después de la Mazda” .
No sé sinceramente si este episodio tenga algún significado profundo. Algunas personas señalan que las sincronicidades fundamentalmente son formas de darnos cuenta de que vamos por el camino indicado: nuestro propio camino, siguiendo nuestro propio guión, guiños del cosmos. Quizás esto es lo que me estaba comunicando. Aunque tal vez hay algo que debo descubrir sobre Ahura Mazda, la divinidad luminosa del primer sistema teológico dualista que se conoce. Posiblemente el motivo de la sincronicidad era simplemente que ocurriera para que la pudiera escribir en este artículo y generar una nueva cadena de enlaces y enigmas. Y tal vez de alguna manera me programé para experimentar esta sincronicidad, sabiendo que estaba por escribir sobre la sincronicidad —algo que de cualquier forma deja la interrogante de cómo mi mente fue capaz de materializar una serie de eventos aparentemente externos en los que se reflejara el código de Ahura Mazda. Y sí, estoy pensando en tal vez adquirir un auto, un Mazda que me lleve por esas frecuencias —o, en palabras de un colaborador de PijamaSurf: “Por la supercarretera de la poiesis holográfica en el ámbito de la hiper permeabilidad”.
Y EN EL ORIGEN FUE LA CONEXIÓN: HILOS DEL LOGOS SPERMATIKOS
La mente puede desmonronarse junto con el cuerpo que lo sostiene pero la relación subsiste, indeleble. Los brahmanes creyeron que creando un edificio de conexiones habían derrotado a la Muerte, como su antepasado Prajapati
Roberto Calasso, Ka.
Según relata la literatura védica, una de las primeras cosas que creó Prajapati (Brahma), en un mundo aún inmaterial y evanescente, fueron las equivalencias, las sampad (“aquello que cae conjuntamente”). Aquí el relato de la Creación de Prajapati que hace Roberto Calasso:
En torno suyo todo era nuevo y, al girar la mirada,  podía ver aún detrás de las manchas de la vegetación, detrás de las siluetas de las rocas, un número, una palabra, una equivalencia: un estado de la mente que se adhería, se mezclaba con otro estado. Como si cada estado fuese un número. Como si cada estado fuese un número. Esta era la equivalencia primera [...]  y entonces vio que la vasta dispersión de todo lo que vivía, y sobre todo moría, podía articularse en relaciones que no se deteriorasen. Lo que ve la mente cuando establece una relación lo ve para siempre.
Este solo párrafo es un fractal del universo. Es notable que Jung pensará que el misterio de la sincronicidad tenía una raíz numérica,  pitagórica en cierto sentido:  ”Siento que la raíz del enigma puede encontrarse en las propiedades de los números enteros”,  escribió en una carta el suizo. Por otro lado, a lo que asistimos aquí es algo similar a la codificación de la Matrix. Un código fuente que se percibe detrás de la naturaleza (de “las manchas de la vegetación),  números, palabras y correspondencias que preceden al mundo material,  de la misma forma que está página que observas tiene un código de números y palabras (y relaciones entre ellas) que se “materializa” como la imagen que ves en tu pantalla. Lo que Calasso describe, basándose en la literatura brahmánica, es el evento primordial de programación de la naturaleza.
El budismo Mahayana tiene un concepto análogo a la sincronicidad, el Pratītyasamutpāda, un término que hace referencia a que todos los fenómenos emergen conjuntamente en una red interdependiente de causa y efecto, si bien las causas generalmente son invisibles, ya que pueden ser manifestaciones kármicas, de vidas pasadas o incluso de seres distantes en el universo. En palabras de Borges, pueden provenir “de una antigua inocencia, de su propia raíz o de un dios disperso”.

Seguimos hipervinculando la madeja, ya que de esto se trata este ensayo y quizás el universo: de formar nuevas y más vibrantes conexiones. Y la imagen suprema de la madeja conectada es la Red de Indra, una metáfora utilizada hace 3000 años en los Puranas para describir la interconexión de todos los seres y todos los fenómenos del universo. Es junto con el Aleph, el Ave Simurg, la Mónada, el holograma, el fractal, el círculo sin circunferencia cuyo centro está en todas partes, una de las imágenes superlativas que ha conjurado el hombre para de alguna manera significar o evocar la unidad divina del universo. Así describe Alan Watts la Red (o collar de perlas) de Indra:
Imagina una telaraña multidimensional en la mañana temprano, cubierta con gotas de rocío. Y cada gota de rocío contiene el reflejo de todas las otras gotas de rocío y, en cada gota reflejada, el reflejo de todas las otras gotas de rocío en ese reflejo. Y así hasta el infinito. Esa es la concepción Budista del universo en una imagen.
¿Qué tiene que ver esto con la sincronicidad? Por un lado la sincronicidad postula la interconexión de eventos que ordinariamente no podrían estar conectados. Pero si el universo de algún manera misteriosa es un “caer conjuntamente” (del unus mundus) donde cada evento refleja todos los demás eventos, donde cada ser que percibe refleja a todos los demás seres que perciben y todas las percepciones que han tenido, entonces sería coherente pensar que lo que nos sucede puede estar siendo influido por una serie innumerable de factores —ya que estamos instrínsecamente correlacionados con la totalidad de la existencia.
La frase latina ”Congruo est occultus compages subter supter animadverto“, que puede traducirse como “La coincidencia es la arquitectura oculta de la realidad”, difundida en el show The Mentalist, parece describir lúcidamente este antiguo principio  de creación a través de la cohesión (la coincidencia es también la congruencia de nuestros actos).
El concepto de “glitches in the Matrix” o fallas en el sistema viene a la mente. Pero más que fallas tal vez sean transparencias (hendiduras en el velo de la diosa Maia). Quizás las sincronicidades sean los momentos en los que nos topamos con aquellas equivalencias originales, las correspondencias, un tanto desvaídas y caliginosas, que tejen este universo  —eminentemente mental— y que hacen que no se desintegre. “Como arriba es abajo”, reza el adagio hermético. Como adentro es afuera, podríamos decir hoy con la neurociencia. Son la cohesión de la ecuación. Equivalencias como vigas con las cuales se construye la realidad. Y las cuales nos llevan a coincidir, a unirnos y trascender la dualidad.
PASOS HACIA UNA CIENCIA DE LA SINCRONICIDAD (HACIENDO VISIBLE EL PEGAMENTO CÓSMICO)
Hasta aquí hemos visto que el universo en el que vivimos se nos suele presentar con una serie de coincidencias que desafían los límites ordinarios de la razón y de la realidad. Y que estas coincidencias parecen tener un contenido informativo importante para la persona que experimenta una sincronicidad. También hemos visto que es posible que estas sincronicidades sean relumbres del hilo con el que se tejió el mismo universo. Cifras de un origen colectivo, de una maraña inextricable, de una coeternidad que aún rezuma detrás de la persistente ilusión del tiempo. Ahora veamos, desde una perspectiva moderna, qué fuerzas pueden estar en juego para que se genere una sincronicidad y consideremos algunas alternativas para entender y asimilar este entrañable fenómeno.
Entrelazamiento Cuántico
Uno de los aspectos más extraños de la física cuántica es el entrelazamiento que se da entre partículas subatómicas. Dos fotones, por ejemplo, pueden compartir una misma existencia no obstante lo lejos que estén entre sí, como si estuvieran unidos por un cordón umbilical invisible o una onda que, en teoría, se puede propagar por todo el universo. Esto se refleja en que un intercambio de información entre dos partículas entrelazadas sucede de manera instantánea no obstante que estén a una distancia casi infinita (algo que se ha comprobado, dejando perplejos a físicos como Einstein, en numerosas ocasiones). Esta propiedad de la materia subatómica quizás pueda extrapolarse al mundo macroscópico: sería una explicación plausible de la telepatía y de las sincronicidades que comparten más de una persona o de las que se tienen con algún objeto distante.
Resonancia Mórfica
La teoría de la resonancia mórfica y de los campos morfogenéticos desarrollada por el biólogo Rupert Sheldrake sugiere que las especies biológicas comparten campos de información que no solo se transmiten genéticamente, sino que existen, como una memoria inmaterial, en la naturaleza. Podemos sintonizar estos campos de información como si fueran frecuencias de radio abiertas en el cuadrante del planeta. Sheldarke considera que lo que determina la fuerza con la que se transmite una señal es su nivel de repetición dentro de una especie. Esto es, aquello que ha sucedido una vez tiene mayor posibilidad de volver a suceder, pero esto abarca todo los fenómenos de la existencia humana: el que yo haya pensado en que la resonancia mórfica es una de las posibles explicaciones para la sincronicidad, ya que postula que nuestras mentes están almacenadas en una nube de computación interplanetaria, hace más posible que alguien piense esto, aunque jamás haya tenido contacto conmigo. Evidentemente existe una relación entre el concepto de inconsciente colectivo de Jung y los campos morfogenéticos de Sheldrake. Pero también las sincronicidades podrían ser resonancias mórficas, momentos en los que sintonizamos con mayor intensidad las mentes de otras personas o la mente global. De ser cierta la teoría de Sheldrake, permanentemente estaríamos viviendo sincronicidades y comunicación telepática, acaso sin notarlo conscientemente.
De manera resonante al campo mórfico de información de Sheldrake existe en la filosofía hindú el concepto de Akasha, una especie  de registro o biblioteca cósmica que almacena toda la información del universo.  Akasha, que significa éter, estaría, como el Internet, distribuido uniformemente por todo el espacio, de tal forma que en cada parte uno se puede conectar con el todo (con toda la Red).  
Es posible que los eventos de sincronicidad estén determinados por un factor de resonancia. Quizás nuestra conexión con cierta información y ciertas personas ocurre cuando vibramos a la misma frecuencia. Según la Dra. Amy Lanksy, las personas que dicen tener habilidades psicoquinéticas describen su experiencia como una “sensación de resonancia con esos objetos” (los objetos que mueven). 
Algo similar ocurre con la homeopatía, una controversial rama de la medicina que básicamente sostiene curar a través de sustancias que generan los mismos efectos que la enfermedad, es decir, que resuenan o vibran en la misma frecuencia de esa enfermedad. Curiosamente algunas de las medicinas usadas en la homeopatía no contienen casi nada de la sustancia original de la cual buscaban imitar sus efectos, solamente resuenan en la misma frecuencia. La sincronicidad podría ser una especie de “homeopatía semántica”, información resonante. 
Esta resonancia de nuevo nos remite a la explicación inicial de Jung de la sincronicidad como algo que hace manifiesto la unidad subyacente. Al resonar con algo en cierta forma nos convertimos en ese algo, ya que habitamos en la misma frecuencia, una co-vibración del ser que es más profunda que nuestra personalidad temporal o nuestro ego.
Abro el libro Ka de Calasso y encuentro la siguiente frase: «”Uno se convierte en aquello que piensa, he aquí el eterno enigma”, según dicen los textos [védicos]. Quien conoce se transforma. No es pleno conocimiento aquel que no hace que uno se convierta en aquello en que piensa».
Si te pienso, ¿soy tú?
Si conocemos a alguien o algo, entonces tal vez somos ese alguien o ese algo y por lo tanto podemos experimentar lo que viven, aunque estemos aparentemente separados
Retrocausalidad
Científicos han descubierto que la información también puede fluir del futuro hacia el presente (se puede ver el caso del porno que viaja en el tiempo, del investigador de la Universidad de Cornell, Daryl Bem). Aunque esta afectación del presente por algo que sucede en el futuro, o retrocausalidad, solo ha sido observada a una escala de milésimas de segundo, quizás podría indicar que los eventos supuestamente sincrónicos que experimentamos son en realidad transmisiones del futuro. Por ejemplo, soñar con una persona que nunca habíamos visto y luego verla, podría explicarse si lo que sucede es que ver a esa persona en el futuro es lo que causó el sueño. Como le dijo la Reina Roja a Alicia: “es una pobre memoria la que solo funciona hacia atrás”.
La materia oscura
De la misma forma que la materia invisible [la materia oscura comprende la mayor parte del cosmos] domina la evolución física del universo, el componente invisible de la psique —el inconsciente— domina la evolución psicológica. Sin embargo, el componente consciente de la psique juega un papel crítico, ya que el inconsciente muchas veces reacciona a él. Aunque nuestro interés en la conciencia del ego visible nos ha consumido, la psicología profunda claramente  nos ha mostrado que el aspecto oscuro e invisible de la psique —el inconsciente3 despliega una profunda sabiduría dirigiendo nuestra evolución.  Victor Mansfield, _Synchronicity, Science, and Soul-Making_
LEY DE LA ATRACCIÓN/GRAVEDAD
La ley de la atracción es un concepto metafísico que postula que lo similar atrae a lo similar y que ciertos pensamientos generan una respuesta del mundo objetivo. La ciencia considera que esto no tiene ninguna validez. Sin embargo, la “atracción”, podría ser una manifestación en un plano psíquico de la ley de la gravedad, la fuerza física invisible que ejercen los cuerpos en el universo atrayendo hacia sí otros cuerpos según su masa y su cercanía. ¿Gravitamos también hacia ciertas situaciones y haca ciertas personas? Navegaciones co-incidentes en un universo de correspondencias, de espejos que se abren y se llaman.
El Plan, el Patrón, el Destino
Algunas personas cree que el existe un plan divino en el universo, que éste ha sido programado por alguna entidad extraterrestre o inteligencia cósmica. Por momento podemos desviarnos de un camino trazado, magnético como el Punto Omega de Teilhard de Chardin, el Objeto Transdimensional de Terence Mckenna que nos “llama desde el fin de la historia” y por supuesto el Apocalipsis y el Rapto de la Biblia. Nos llamamos a nosotros mismos desde allende las estrellas, alguien podría decir. Todo está escrito y en palabras de Bob Marley: “We got to fulfill the Book”. Evidentmente esta es una visión no científica, aunque algunas escuelas de pensamiento científico consideran que es posible que el universo sea determinístico, que esté ya inexorablemente predeterminado por las leyes de la física –leyes que podrían en algunos aspectos mantenerse desconocidas.  La sincronicidad podría ser el ritmo que seguimos cuando seguimos este plan divino o evolutivo. Una alineación con el flujo que tiene preparado el universo (la parte transpersonal del ser) para nosotros.
Apofenia
La apofenia consiste en ver patrones y conexiones en sucesos aleatorios y es una de las formas en las que la ciencia explica la sincronicidad. Una enfermiza y paranoica concatenación de datos y eventos que no tienen una relación causal más que en la mente de quien los conecta. Algo similar a la pareidolia, donde vemos en la naturealza proyecciones de nuestra mente: como el rostro de Jesus en el ano de un perro o un dragón en las estrellas. Nos hemos arrojado ya bastante hondo en el agujero del conejo para regresar ahora, pero vale la pena también considerar esta posibilidad. Y, claro, decir aquí que evidentemente estamos locos.
SINCRONICIDAD: CUANDO ADENTRO ESTÁ AFUERA
Para concluir este tour por el mundo mágico y misterioso de la sincronicidad, queremos sacar la mente del cuerpo y distribuirla por el mundo, hasta que se los sueños se materialicen. Jung entendió que
La física ha demostrado que en el ámbito de las magnitudes atómicas la realidad objetiva presupone un observador,  y que solo bajo esta condición es posible un esquema satisfactorio de explicación. Esto significa que un elemento subjetivo se adhiere a la perspectiva del mundo del físico, y también que necesariamente existe una conexión entre la psique y el continuum del espacio-tiempo objetivo.  Estos descubrimientos no solo ayudan a la física a zafarse de los amarres de su mundo materialista, confirman lo que yo había reconocido intuitivamente, que la materia y la conciencia, lejos de operar independientemente la una de la otra, de hecho, están interconectadas de manera esencial, funcionando como aspectos complementarios de la realidad unificada.
Terence Mckenna, quien en varios aspectos continuó el trabajo de Jung, señala por su parte:
Una forma de pensar en esto es suponer que el mundo despierto y el mundo del sueño se han empezado a fusionar de tal forma que en cierto sentido aquellos críticos del fenómeno OVNI que decían que los platillos voladores eran alucinaciones estaban en lo correcto, en tanto que las leyes que operan en los sueños, las leyes que operan en el hiperespacio, pueden en ocasiones operar en el espacio tridimensional cuando la barrera entre ambos modos se debilita.
En el sitio FusionAnomaly.net encontramos esta definición:
La sincronicidad es la percepción consciente en una línea de tiempo fisiólogica de la manifestación simultánea del universo multidimensional. Es reconocer que todas las cosas son UNA sola cosa vista desde diferentes perspectivas. Mientras aumenta  la vibración resonante básica del sistema, la sincronicidad se vuelve más fácil de percibir dentro de la realidad experiencial. La sincronicidad  es también un reflejo de lo que crees que tu realidad es.
Aeolus Kephas escribió en su ensayo Escritores del Cielo en Hades:
Existe un juramento mágico muy conocido que dice “Prometo lidiar con todo fenómeno como si fuera un trato particular entre Dios y mi alma”. Basado en la creencia metafísica de que el Universo es “un espejo mágico” que constantemente refleja las condiciones internas de nuestras almas, este juramento también resume los postulados de la psicología existencial, como fueron encapsulados en la frase de Carl Jung: “Cuando un proceso interno no puede ser integrado, usualmente se proyecta hacia el exterior”.
Y la famosa canción de The Police:
 If you act, as you think
The missing link
Synchronicity
Esto nos acerca, ya para terminar, a un aspecto práctico de la sincronicidad, la cual puede convertirse en una filosofía de vida. En un camino existencial donde los señalamientos son las sincronicidades (lo que los antiguos llamaban “la voz de la naturaleza”).  No debemos de considerar que toda sincronicidad es algo positivo —lo mismo pueden haber sincronicidades negativas—, pero sí que siempre nos están comunicando algo, que son una interfaz entre el universo y nuestra psique —en un posible proceso de disolverse en el universo. Aprendemos que la sincronicidad es una forma elegante y lúdica a través de la cual nuestro inconsciente logra salir al mundo y decirnos algo que de otra manera no podríamos escuchar y que tiene una secreta importancia para lo más profundo de nuestro ser. Es nuestra labor decodificar ese mensaje. Y si lo hacemos podremos sincronizarnos con nuestra individualidad en su máxima expresión, aquella que se desdobla de la totalidad, del espíritu. Estaremos, entonces, moviéndonos dentro del Tao.